El poder de la oración, ¿o no?

Hay momentos dentro de nuestras creencias, sean las que sean, místicas o religiosas, en las que damos por hecho ciertos actos que realizamos sin saber bien porqué lo hacemos. Y la mecánica constante hace de ese acto tedioso, y por tanto, vacío, carente de sentido.

Pensamos que repetir ciertas frases como si fuera una letanía, le da el mismo sentido que los mantras cuando son interpretados por ciertas corrientes místicas y religiosas de oriente, pero no es así. El mantra no es sólo un sonido repetitivo; requiere un estado de concentración que provoca entrar de lleno en ese sonido, hasta hacer que el sonido vibre con la mente y el cuerpo del sujeto. Algo complicado, pero efectivo para entrar en otro estado de conciencia.

Creemos que sólo interpretar la lectura de un texto que, se supone, procede de antiguo sin que nos comamos una letra confiere un halo de misteriosa energía la cual, sin saber su mecánica, hace lo que nosotros pretendemos. Pero eso también está vacío, carente de sentido sin la intervención de nuestra intención y nuestra mente.

Ahí radica el secreto de una oración, no en el texto en sí, sino en la intención que le damos. No importa si lo que decimos nos lo inventamos. Lo importante es el motivo que nos lleva a decir esas palabras y, lo más importante, la energía que desprendemos gracias a esa motivación que no sólo va en la intención, sino en el objetivo final.

Entonces, ¿porqué se hace una oración? Bueno, es muy complicado a veces hacer que nuestra mente entre en acción energética directamente cuando deseamos algo. Es difícil si nuestro estado mental es contrario a dicha petición mantener la motivación. Por tanto, la oración cumple dos funciones: por un lado, hace que nos motivemos en esa petición y, por otro, provoca en el sujeto una concentración en el motivo que nos mueve a realizar el acto que acompaña a esa oración. Así de sencillo.

Por lo tanto, debemos pensar en lo que deseamos ANTES de hacer la oración, y no DURANTE la ejecución de la misma. De esa forma, predisponemos a nuestra mente para que pueda liberar la energía necesaria que impregne aquello que forma parte de nuestro objetivo de petición, así sea directamente o a través de otros elementos energéticos que utilicemos.